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domingo, 28 de mayo de 2017

Paula

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Paula

 











Alemania, principios del siglo XX. La joven artista Paula Becker está decidida a seguir sus propias normas. A sus 24 años rechaza las convenciones establecidas y explora su estilo único, mientras florece en la comunidad artística de Worpswede, donde entabla amistad con la artista Clara Westhoff y el poeta Rainer Maria Rilke. 

Al casarse con el también pintor Otto Modersohn, cree haber encontrado a su alma gemela creativa, pero cinco años destinados a la vida doméstica hunden el espíritu de Paula, así que decide viajar sola al bohemio París, donde se embarca en un largo y esperado periodo donde su imaginación culmina e intenta autorrealizarse.  





La historia real de Paula Becker ,una artista extraordinaria adelantada a su tiempo que soñó con la libertad y el éxito en una sociedad de principios del siglo XX encorsetada a unas normas muy rudimentarias sobre la emancipación, da el nombre a la película alemana, Paula, dirigida por Christian Schwochow. En los pasados Premios del Cine Alemán obtuvo el de Mejor Diseño de Producción. Estreno el 26 de Mayo.

A principios del siglo XX, fundamentalmente en la Alemania rural, “las mujeres no pueden llegar a ser nunca pintoras”, según aduce el padre de Paula al inicio de la película, considerando una pérdida de tiempo y dinero, el deseo de su hija por dedicarse a tal disciplina, a la que no ve ningún futuro, no obstante, ante el empeño de Paula, accede a que estudie en una colonia de artistas de Worpswede bajo la dirección de Fritz Mackensen (Nicki von Tempelhoff). Una vez allí, la joven pintora se enfrenta a una comunidad artística que menosprecia e infravalora los dotes creativos de las mujeres. Parece ser que tener hijos era el único don para crear que se le reconocía a la mujer de provincias en la Alemania de aquella época y cuyo único papel en la vida era ser madre y esposa.


En una época donde la sociedad tiene una percepción muy rudimentaria de la emancipación, Paula rompe con los moldes establecidos y supera todas las barreras para mantenerse independiente a las normas y reglamentos. Frente a la percepción de los hombres por la representación veraz de la realidad y seguir fielmente los cánones artísticos del momento aparece la visión original, fresca y moderna de Paula. Una mujer fascinada con la imperfección que pinta lo que siente. Ese espíritu conservador de Worpswede fue defendido de forma firme y contundente por Fritz Mackensen, que más tarde se unió al partido nazi y fue considerado un artista respetado por los nazis.

En aquella comunidad artística situada en mitad del campo, Paula desarrolla una estrecha amistad con el matrimonio formado por el poeta Rainer Maria Rilke (Joel Basman), que quiere escribir un libro sobre la colonia, y la escultora Clara Westhoff (Roxane Duran). Los tres comparten unas mismas inquietudes artísticas diametralmente opuestas a las de la cerrada comunidad que el poeta considera mediocres. Al mismo tiempo Paula conocerá al que será su marido, el pintor paisajista Otto Modersohn, el cual sentirá cierta atracción y admiración por los cuadros de ella. Cinco años mas tarde, tras la frustración de Paula en su matrimonio, tanto como artista como mujer, se marchará a París donde vivirá en un pequeño apartamento y asistirá a clases en una academia. Allí descubrirá que no es un bicho raro por su forma de concebir la pintura al conocer la obra de Paul Cézanne.

Una mujer adelantada a su tiempo que, a pesar de que tomó un camino difícil, siempre creyó en si misma y en sus posibilidades, y tuvo que luchar no solo contra una forma de ver y concebir el arte sino demostrar su valía por el solo hecho de ser mujer. Con catorce años de creatividad artística, Paula Becker dejó una obra de 750 pinturas y unos mil dibujos. La obra y genialidad de esta excelente artista fue reconocida de forma póstuma y no solo es una figura clave cuando se estudia la transición del impresionismo al expresionismo en Alemania, sino que también fue el primer pintor al que se le dedicó un museo. Una pintora que impuso su propio lenguaje pictórico, con retratos aparentemente sencillos e infantiles, en busca de captar la personalidad de sus modelos con figuras grotescas para los ojos de sus contemporáneos.

Una historia tan increíble y maravillosa que lo primero que hace uno cuando sale del cine es visitar el buscador google para ver si los hechos contados en la película fueron tal y como se describen. Una vez comprobado que realmente sucedió todo tal y como se cuenta en el film, la sensación es de fascinación por una mujer cuyo sueño fue conseguir la libertad y el triunfo. Para ello sacrificó su matrimonio, a pesar del amor de su marido, y decidió exiliarse a la ciudad de los artistas, París.

Indagando y leyendo más sobre Paula Becker descubro que ella fue más independiente y resuelta en su vida real que lo reflejado en el guión de Stefan Kolditz y Stephan Suschke. En la película Paula parece muy egoísta porque abandona a su marido y a la hija de éste para liberarse de ellos e irse a París, cuando lo cierto es que ella era una mujer muy viajera y ya había estado en la capital francesa anteriormente en un par de ocasiones con su amiga Clara como también lo había hecho para visitar Londres. Esto también significa que a Cezanne lo descubrió mucho antes y no bajo la compañía de su amigo francés. En cambio, si es cierto y se da la paradoja, que gracias a la ayuda del dinero aportado por su marido por la venta de sus cuadros paisajistas, sufragó parte de su estancia en París y de su formación expresionista.





Paula desde el punto de vista técnico, es una película muy visual y magníficamente fotografiada por Frank Lamm, sobre todo la parte de la trama desarrollada en la comunidad alemana de Worpswede con sus bellos paisajes inspirados en sus cuadros, y desde el punto de vista narrativo, una historia de amor muy romántica y emotiva, más sabiendo que fue real. A destacar, la sensacional interpretación de la actriz suiza Carla Juri que refleja de forma muy natural ese carácter rebelde y de espíritu libre de Paula Becker. El resultado final es un emocionante retrato de una emancipación artística y personal.
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Las confesiones

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Las confesiones

 











 Los economistas más importantes del mundo se reúnen en el marco de una reunión del G8 en un hotel de lujo de la costa alemana. Uno de los misteriosos invitados es un monje italiano, invitado por Daniel Rochè, director del Fondo Monetario Internacional. Quiere que el monje le confiese, esa misma noche, en secreto. A la mañana siguiente, Rochè aparece muerto...











El copyright de las imágenes, póster, carátula, fotografías y fotogramas de cada DVD, VOD y/o Blu-ray pertenece a sus respectivos autores, productoras y/o distribuidoras



Otra gran actuación de Toni Servilio, el mejor actor italiano de la actualidad, que casi en solitario sostiene la película en sus peores tramos. Interpreta a Salus (Salvación en latín) un cartujo solitario y callado que es el último en ver con vida al director del FMI, cuando lo confiesa instantes antes de que éste decida suicidarse. 

Con esa decisión revoluciona al resto de miembros del G8 que empezarán a presionar al monje para que revele cuál fue la confesión que le hizo. En juego que el FMI y los bancos centrales inyecten mayor liquidez a los mercados.

Cinta donde el director Roberto Andó sigue indagando en su cine anterior. El despiadado mundo del poder y del dinero. 

Quizá no sea su mejor trabajo, tiene momentos donde la película es poco emotiva, y otros donde le sobran algunos tópicos sobre el mundo de los poderosos que controlan la economía mundial. 

Aun así, el buen hacer de Servilio y algunos momentos en el final, donde la película no es tan plana y hueca como parece al principio, (leer spoiler que realmente no son muy spoiler) hacen de "Le confessioni " un film que se puede ver.


Un monje aparece en una reunión íntima del G8 con un grabador en el que graba el canto de distintos pájaros y nadie esconde su asombro ni escatima esfuerzos en averiguar por qué ha sido invitado.
La incógnita dura poco. 


Fue el titular del FMI quien lo invitó y le pide que lo confiese. Si esto parece poco, al día siguiente de su confesión aparece muerto, el último que tuvo contacto con él ha sido el monje y las cámaras de seguridad estaban desconectadas.


La película del director de Viva la libertá! plantea un clima de thriller pero prefiere ahondar en las relaciones entre política, ética, moral y humanidad. 


A esto debe agregarse el pequeño detalle: el monje que es además un eximio matemático es interpretado por el gran Toni Servillo y el titular del FMI es el enorme Daniel Auteuil.
Si bien la propuesta es atractiva, no logra ser efectiva ni en el hilo argumentativo, ni en el clima de tensión, ni en la crítica política. 



En cambio, los silencios y la fotografía excelente tanto como las interpretaciones de los protagonistas logran que cuanto menos reflexionemos sobre algunas cuestiones trascendentales. Una de ellas es la del propio título: la confesión ¿qué confesaríamos el día antes de morir? El otro, qué elecciones tomamos mientras estamos vivos.



Y el fluir del tiempo y del canto de los pájaros.

 
 
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Me casé con un boludo

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Me casé con un boludo

 





Fabián Brando y Florencia Córmik son actores. El es el más renombrado del país y ella es una completa desconocida. Durante el rodaje de un film inician un fogoso romance que, casi sin noviazgo mediante, termina en casamiento. 

Durante la luna de miel Florencia se da cuenta de que se casó con un idiota irrecuperable. Cuando Fabián se entera lo que ella piensa de él, idea un plan que sólo podrá llevar a cabo con la ayuda del guionista de sus películas más exitosas. 



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Piratas del Caribe La venganza de Salazar

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Piratas del Caribe: La venganza de Salazar

 






Sinopsis:

El capitán Jack Sparrow se enfrentará a un grupo de piratas-fantasma comandados por una de sus viejas némesis, el terrorífico capitán Salazar, recién escapado del Triángulo de las Bermudas. La única posibilidad de Sparrow para salir con vida es encontrar el legendario Tridente de Poseidón, un poderoso artefacto que le da a su poseedor el control de los mares.

 

 

'Piratas del Caribe' ha vivido el éxito de manera meteórica.
Tuvo un sorprendente inicio, una potente continuación, una aceptable culminación de todo lo anterior y una deriva aburrida justo después: parece una maldición incurable de las sagas, morir de éxito, enterradas por el mismo público que las alabó.
Llega un punto en el que los personajes se agotan, los villanos se repiten, y una quinta parte se antoja innecesaria.

¿Hay sorpresa entonces?
Para nada, 'La Venganza de Salazar' es todo lo innecesaria que se quiera, pero a la vez tiene otra cualidad: es brutalmente honesta, sabe que aporta poco (lo justo y necesario) y por eso se va a dejar la piel en entretenerte, mientras abraza su condición de serial piratesco de dibujos animados.
Tripulaciones malditas, aguas traicioneras, magias oceánicas y leyendas antiguas se dan cita una vez más, con un sano toque de autoparodia que evita el sabor a rancio.
Jack Sparrow tiene una deuda que saldar (otra) y la película no se corta en admitir que la fórmula ya no hay quien se la tome en serio, pero... ¿hemos necesitado que lo haga alguna vez?

El Capitán Salazar, un inesperadamente divertido Javier Bardem, hace mucho que se quedó atrapado en el Triángulo del Demonio, maldecido junto a su tripulación a ser un espectro eternamente hundido y podrido.
Los mejores momentos vienen de sus apariciones, donde se ve a un villano corroído por la rabia y el tiempo pasado, en una saga que siempre ha sido mejor cuanto más abraza sus raíces terroríficas.
Pero es que esta deuda tiene algo diferente a las de Davy Jones o Barbanegra: la creación del siniestro capitán tuvo lugar cuando Jack Sparrow, con bastante crueldad, le condenó a su amargo destino sin ningún tipo de arrepentimiento, en un acto que parece poco propio del chiflado inofensivo que llevamos viendo hasta ahora (era joven e inexperto, claro...).

Y gracias a eso se recupera a un protagonista carismático, que no necesita ser héroe encubierto o bufón estúpido, sino puro y duro pirata: vividor y miserable, hacía mucho tiempo que Jack no volvía a ser el de sus inicios, y eso también lo agradezco.
Él es el toque de ácido que hace falta en la muy sosita relación de los dos nuevos guapitos que sustituyen a Orlando y Keira: un grumete con deuda propia y una astrónoma con prejuicios de la época contra los que luchar, los cuales quizá son la primera señal de un Caribe que ya está empezando a dejar atrás su tradición pirata.
Porque esta es una historia que, en su simpleza aventurera, también habla de padres e hijos, padres malditos e hijos que buscan lavar los pecados originales de aquellos, aún a costa de romper unas creencias inamovibles, como que una mujer de la época pueda saber y enseñar, o que la ciencia astronómica pueda convivir con muertos resucitados, o... (*).
Al final son esas líneas familiares las que, sin desvelar mucho, ponen la guinda a esta aventura, donde no se puede evitar la reconfortante sensación de encontrarse una vez más con viejos amigos del mar y la piratería, y alegrarse de que les vaya bien.

Además, son esas conexiones las que ponen en perspectiva todo lo demás: una odisea fantástica, espectacular de verdad (no como la mejorable cuarta entrega), en busca del Tridente de Poseidón, que incluye tiburones zombies, tenebrosos abordajes, brujas vudú y el mismísimo fondo del océano como horizonte final.
Una epopeya que habría que estar muy podrido como para no apreciarla, y muy cadáver como para no celebrar su vuelta a las raíces familiares. A ver si los que vamos a tener que saldar la deuda más importante de Jack Sparrow somos nosotros, los espectadores, por condenarle al rápido olvido en nuestra cabeza de todas sus agradecidas virtudes.

Yo, por ahora, voy a sentarme a escuchar a los hombres muertos, ya sean esqueléticos, cefalópodos o flotantes.
Porque no quiero terminar este cuento, todavía.
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